La subida de tensiones entre Estados Unidos y Venezuela alcanzó un nuevo punto crítico. El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, amenazó las consecuencias «incalculables» si el gobierno venezolano se niega a recibir migrantes deportados del territorio estadounidense. A través de su plataforma de verdad social, Trump exigió que Venezuela recibiera personas que, según él, vengan de las prisiones y los hospitales psiquiátricos.
La advertencia de Trump ocurre mientras Venezuela acusa a los Estados Unidos de conducir una «guerra no declarada» en el Caribe, bajo el pretexto de una operación anti -fílares. Washington ha desplegado al menos ocho buques de guerra en la región, un submarino de ataque de propulsión nuclear y más de 4.500 soldados.
En respuesta a lo que consideran una «amenaza», Venezuela ha realizado maniobras militares en la isla de la Orchila, en el Caribe Venezolano, y ha llevado a cabo días de entrenamiento en defensa para civiles, donde los militares les enseñaron a manejar armas.
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Dada esta situación, el fiscal general de Venezuela, Tarek William Saab, le pidió a la ONU que investigara lo que describió como «crímenes contra la humanidad», en referencia a los ataques contra los barcos que han dejado al menos 14 muertos. El ministro de Relaciones Exteriores, Yván Gil, le pidió al Consejo de Seguridad de la ONU para dejar de cese inmediatos de acciones militares.
Por su parte, el presidente venezolano, Nicolás Maduro, describió el despliegue estadounidense como un plan para forzar un «cambio de régimen» e imponer un «gobierno títere». Aunque Trump ha negado públicamente que su administración planee una acción de este tipo, su mensaje de consecuencias «incalculables» marca un nuevo punto de fricción que alimenta la preocupación por una mayor inestabilidad en la región.