El ciclismo es una profesión de riesgo, y para decirlo no hace falta ser, por ejemplo, Mark Cavendish, sprinter con tendencia al choque, acróbata de los aires y poseedor de una bella colección de huesos fracturados a 70 por hora. A Óscar Sevilla, de 41 años, escalador perpetuo, le bastó con salir a entrenar este domingo a las seis de la mañana de su Bogotá para vivirlo. Cuenta su hija Luna que cuando pedaleaba al norte de Bogotá, por la carrera 21 con la 121, cinco malhechores le derribaron, se le echaron encima, le robaron la bicicleta y el teléfono móvil y huyeron en un taxi.
“En la caída se fracturó el brazo derecho. Unos vecinos lo recogieron del suelo y lo trasladaron al hospital universitario de la Fundación Santa Fe, donde lo operaron”, contó por Whatsapp Luna al responsable de prensa de la federación colombiana. “Estaba un poco grave, pero con la operación, si Dios quiere, queda de primera”.
Según el diario El Espectador, en Bogotá se roban diariamente 15 bicicletas, “incluidas las de ciclistas profesionales”. El alcalde de la capital colombiana, Enrique Peñalosa, tuiteó lamentando el atraco al campeón hispanocolombiano y responsabilizando de la violencia a los jueces. “Necesitamos condenas grandes de parte de los jueces para ladrones de ciclas!”, escribió. Al alcalde le respondió inmediatamente Luna Sevilla en su cuenta de Instagram: “No considero que sea esa la solución adecuada. La solución no son condenas (que no se van a cumplir) después del atraco, después de que el daño ya está hecho. La solución puede partir de la idea de brindar seguridad, de que usted, alcalde de Bogotá, nos brinde seguridad y genere conciencia para evitar actos como este”.
Sevilla, el Niño de Ossa de Montiel, ya más colombiano que español, se estaba recuperando de varias caídas que le hicieron retirarse a primeros de mes de la Vuelta al Valle. La fractura del brazo le hará perderse, seguramente, la gira Europea (Vuelta a Madrid, Vuelta a Asturias) que su equipo, el Medellín, tiene prevista en mayo.
El atraco y la agresión son los últimos capítulos de una vida que comenzó plácida y rutilante en el ciclismo español –niño prodigio del Kelme de Vicente Belda y Eufemiano Fuentes, séptimo y mejor joven del Tour de 2001, año en que terminó segundo en la Vuelta tras Ángel Luis Casero—y comenzó a virar hacia lo complicado en mayo de 2006, cuando la Operación Puerto. Sevilla ya corría entonces en el T-Mobile de Jan Ullrich, con el que acababa de ganar la Vuelta a Asturias. Pese a las pruebas en su contra, Sevilla nunca admitió que se hubiera dopado alguna vez o recurrido a transfusiones sanguíneas, pero ningún gran equipo le quiso contratar. Dos años más tarde se exilió en Colombia, donde en poco tiempo se convirtió en la gran figura del ciclismo local. Tenía 32 años. Se casó con Ivonne Agudelo, la azafata de podio que le premió en su primer podio. Mientras las nuevas figuras colombianas que lideran equipos WorldTour –Nairo, Chaves, Henao…– emigraban jóvenes para progresar, Sevilla dominaba las carreras nacionales en todos los terrenos. Ganó, sobre todo, tres Vueltas a Colombia. Y después de cada victoria, repetía: “Corro por pasión, no por dinero”.
La pasión la heredó Luna, la mayor de sus hijas, quien le acompaña en bicicleta en algunas pruebas y que en la pasada Oro y Paz ofició de azafata en el podio, donde ofrecía diariamente el maillot de mejor joven. “El ciclismo es felicidad, vida, un estilo de vida sano”, continuó la joven en su Instagram. “El ciclismo es un deporte lindo”.
Fuente: elpais.com